Febrero 2021, 3ª ola del Covid-19
Dejamos atrás otro fin de semana de pandemia. Dos días que no dejan de sorprenderme, aunque he de decir que ya estoy lamentablemente acostumbrada.
Otro fin de semana viendo desde casa cómo de bien se lo pasa la gente en Instagram, “la Red Social en la que todo el mundo es feliz”, ese lugar donde raro es quien no presume de las fiestas ilegales, y extraterrestre es quien comparte su desesperación desde su casa vacía. Semana tras semana la gente se auto delata en las Redes Sociales presumiendo de su ilegalidad e incumplimiento de las restricciones en fiestas clandestinas. Y es que, al parecer, las normas no existen para un gran porcentaje de la población. Este porcentaje se llena de alcohol, risas, música y amigos, pero a mi parecer también se llenan, y cada vez más, de inconsciencia e hipocresía. Y mientras, otros silencian su desquiciante situación con el respeto hacia las medidas impuestas. Hasta después de Semana Santa continúan las restricciones de movilidad, las horarias y los máximos aforos para frenar, o al menos intentarlo, la cuarta ola de la pandemia. Las medidas se implantan por el bien general, pero muchos se dejan llevar por las ganas de volver a la antigua normalidad y se muestran indiferentes por la situación sanitaria derrochando felicidad por las plataformas sociales. Mientras unos son sordos del caos, los otros ciegan su mirada para no desquiciarse aún más por ver cómo los fiesteros se llenan de todo menos de empatía y respeto hacia algo que nos protege nuestra propia vida, nos guste o no. Pero claro, “nos están quitando la juventud” o eso dicen los orgullosos ilegales...
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